Publicado ‘Una vida heterogénea’ (2022, Buenas Letras, Madrid) faltaba, quizá, continuarlo con un relato que fuese menos (pretendidamente) objetivo y más personal; un complemento con menos hechos y más sentimientos generados por ellos mismos o por acontecimientos.
Así surgió este nuevo volumen, continuando la serie ‘Fray Pedro o la dudosa memoria’ y titulado ‘En tregua conmigo mismo’ para mostrar la inquietud que el autor sintió al releer aquel primer volumen y pensar que el lector no podría hacerse un retrato suficientemente completo sino uno aparente, sólo parcial, limitado, de la personalidad biografiada, es decir, de él mismo. Un retrato aún más parcial al haberse impuesto, como allí se cuenta, la limitación de no tocar lo que pueda corresponder a su vida íntima; algo que sin embargo no debía significar, no pretendía, ocultarle al lector sentimientos acerca de personas, hechos o acontecimientos de sus vidas profesional y pública en la Administración.
Este segundo volumen continúa, si bien en forma no idéntica, la colaboración del (primer) autor con (el segundo) Fray Pedro, el franciscano del siglo XIII cuya memoria se guarda en Oviedo junto con sus huesos y la de San Francisco de Asís. Es una continuación que oscila entre la relación del autor con las vacas, algún poeta, los escritores y la literatura, las matemáticas, el silencio y el fracaso, algunos de los que fueron sus compañeros y lo que cree deberles o que pueden deberle, los paseos, los trenes, las universidades, la palabra del general Cambronne, las diezmilésimas, etc.
Si la salud del (primer) autor lo permite, es posible (incluso probable) que, tras este segundo volumen, aparezca un tercero titulado ‘Reminiscencias’ e intelectualmente sugerido gracias y durante la tregua que significó la escritura de aquel. Ya empezado a escribir, completaría, de acabarse, la trilogía que, con la inapreciable compañía de Fray Pedro, se anunció en la cubierta de ‘Una vida heterogénea’.
Así quedaría, para algo más adelante, un cuarto y último volumen que, bien distinto y ya casi escrito, sería una novelita de aventuras que, transcurriendo en el siglo XIII, tras la muerte de Fray Pedro y entre Oviedo, León, Salamanca y Oxford, surge del encuentro de nuestro fraile con la entonces novedad de unas gafas y gracias al empuje de los franciscanos que, entonces y en Oviedo, intentaban continuar la obra que Fray Pedro había empezado por orden de San Francisco.
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